Cinco grandes premios bastaron para que McLaren, de la mano de Oscar Piastri y Lando Norris, se instalara con autoridad en la cima del Mundial de Constructores. Con tres victorias y dos poles entre ambos, la escudería de Woking acumula una ventaja de 77 puntos sobre Mercedes, su inmediato perseguidor, y deja claro que es el equipo a batir en esta temporada de Fórmula 1.
El regreso de McLaren a la élite no es casualidad. Zak Brown, el empresario estadounidense que asumió el mando en tiempos oscuros, fue el arquitecto de una resurrección que tiene al equipo como referencia absoluta. El título de constructores, esquivo por 26 años, parece hoy al alcance de la mano gracias a una fórmula tan sencilla como efectiva: el mejor auto del año, un motor fiable y dos pilotos jóvenes que se exigen al límite.
Lo que diferencia a McLaren no es sólo la tecnología, sino la libertad. Brown lo dejó claro: en Woking no hay jerarquías impuestas, y tanto Norris como Piastri compiten sin cadenas. Se respetan, pero compiten. Y esa paridad —con apenas diez puntos de distancia en el campeonato— presagia una lucha interna intensa, probablemente inevitable.
Sin embargo, la igualdad tiene un precio. Las comparaciones son inevitables, y las diferencias de personalidad, evidentes. Norris, talentoso y emocional, no oculta sus frustraciones ni sus errores. Su búsqueda de la perfección, como él mismo reconoce, muchas veces lo paraliza. Piastri, en cambio, avanza con una serenidad desconcertante. No se inmuta ante los focos ni se derrumba en la derrota; ejecuta con precisión quirúrgica, como si nada lo perturbara.
Esa frialdad, que algunos interpretan como falta de pasión, es en realidad parte de su fortaleza. Lo dijo el propio Max Verstappen, tras ser superado por el australiano en Yedá: “Es muy sólido. Hace lo que tiene que hacer y comete pocos errores”. En un deporte donde los nervios pueden costar décimas (o campeonatos), Piastri parece blindado.
La tensión entre ambos es silenciosa, pero real. Y aunque la dirección técnica de Andrea Stella evita tomar partido, el pasado reciente dejó marcas. En 2023, se criticó la falta de decisiones estratégicas que permitieran a Norris pelear el título individual. Este año, con el trofeo de Constructores al alcance, la historia podría repetirse.
En ese contexto, el Gran Premio de Miami se presenta como un punto de inflexión. Allí Norris logró su primera victoria en la categoría hace un año. Hoy, regresa con la presión de mostrar que puede doblegar no sólo a Verstappen o Leclerc, sino también a Piastri, su silencioso pero cada vez más amenazante compañero.
McLaren ha vuelto. Y si el auto naranja sigue marcando el ritmo, el campeonato podría definirse no entre equipos, sino entre dos pilotos que, aunque visten el mismo traje, saben que sólo hay lugar para uno en lo más alto del podio.
