Redacción
El golf vive convencido de que se alcanzará algún día el pacto, pero los días pasan, los plazos vencen y los dos bandos aún no encuentran la paz definitiva, anunciada en principio en mayo pasado, luego matizada, prevista para diciembre y aplazada luego para abril. No tiene pinta de que se llegue a tiempo.
Sin embargo, un paso sintomático ha sido el que se dio en Bahamas el lunes. Los directores de jugadores del PGATour, golfistas algunos tan relevantes como Tiger Woods y Patrick Cantlay, seis en total, se reunieron con Al Rumayyan, el presidente de Aramco, la petrolera saudí, uno de las cinco personas más influyentes del planeta y la persona designada por el príncipe Bin Salman, como director ejecutivo del Fondo Público de Inversión de Arabia para este negocio del golf.
Del encuentro no trascendió mucho. «Fue cordial», informó Jay Monahan, el comisionado del PGATour, en una carta a los golfistas del circuito. En el que también no faltó un aire de superioridad del circuito americano, hablando de que se estaban llevando a cabo prospecciones de posibles inversores, cuando en esta partida da la sensación de que es Arabia y su cascada de millones los que tienen la carta ganadora. Entre otras cosas porque el fondo SSG, que ha puesto 12.000 millones de dólares para cuatro años en el circuito, lo ha hecho para ser socio de los árabes.
La postura de Jon Rahm
«Ahora, el futuro del juego en este momento depende de la gente de arriba. Creo que ya lo he dicho antes, creo que hay una forma de coexistir, y si hay algún tipo de unión, no sé cómo será, pero de nuevo, sólo quiero poder ver a los mejores del mundo competir contra los mejores del mundo, sea como sea. Si en el fútbol existe la Liga, la Premier, el Calcio y la Champions y la Europa League, alguna fórmula podemos encontrar que sea beneficiosa para todos. No para mí ni para los jugadores, para los espectadores», expone Jon Rahm. «Si con ‘mal rollo’ nos hemos llegado a entender, si estamos unidos…». l