
Redacción
La política no es ciencia espacial. Si lo fuera, el presidente Donald Trump tendría algo más de qué preocuparse en su reavivada disputa con su distanciado “primer amigo” Elon Musk.
Pero nada en el explosivo y ahora agrio coqueteo del hombre más rico del mundo con la política sugiere que tenga la habilidad para provocar la disrupción creativa en el Partido Republicano que desencadenó en las industrias espacial y de vehículos eléctricos.
El estatus de Musk como jefe del Departamento de Eficiencia Gubernamental al comienzo del segundo Gobierno de Trump es ahora un recuerdo.
Está tan furioso por el “gran y hermoso proyecto de ley” de Trump, que incrementa la deuda y el déficit, y que fue aprobado por el Senado el martes, que está amenazando con presentar candidatos contra cada legislador republicano que lo apoye y con fundar un nuevo partido político.
Musk maneja armas políticas considerables. Su enorme fortuna le permite gastar grandes sumas en candidatos y temas favoritos. Trump lo sabe bien, ya que fue uno de los principales beneficiarios de los casi US$ 300 millones que Musk invirtió en las elecciones de 2024.
Y como propietario y usuario obsesivo de X, Musk puede movilizar a las masas en línea contra los legisladores e incluso contra el propio Trump, aunque esta vez ha tenido cuidado de no señalar directamente al presidente por el proyecto de ley.
Musk es la fuerza dominante en el programa espacial estadounidense. Si los estadounidenses llegan a Marte, probablemente lo harán en una de las naves espaciales de Musk. Y tecnologías como Starlink de Musk son vitales en el campo de batalla, como lo demuestra la guerra en Ucrania.
Sin embargo, a pesar de su enorme poder, Musk no ha demostrado mucha destreza política ni, aparentemente, ha creado una base de apoyo propia que pueda dominar al Partido Republicano.
La motosierra que blandió en el escenario de la Conferencia de Acción Política Conservadora de este año pretendía simbolizar su drástica reducción de gastos en el Gobierno estadounidense. En retrospectiva, es una mejor metáfora de la ruptura de su relación con el presidente a raíz de la megafactura MAGA de Trump.
La gran y mala jugada de Musk
En su momento, la alianza de Musk con Trump parecía una jugada maestra: abrir una vía de acceso que prometía beneficios aún mayores para sus empresas que su ya vasto abanico de contratos federales. Trump incluso realizó una impresionante presentación de ventas para Tesla en el jardín sur de la Casa Blanca y se compró uno de los vehículos eléctricos.
Así que quizás no sorprenda que su desacuerdo con Trump, y luego llevarlo a una guerra de palabras en redes sociales, resultara en una derrota política y financiera para Musk. Su nuevo antagonismo podría exponer su imperio a represalias presidenciales.
El martes, Trump advirtió con tono sombrío que “DOGE es el monstruo que podría tener que volver y devorar a Elon”. Esta es una declaración impactante por varias razones. En primer lugar, pone de relieve la magnitud de la división entre el jefe y el hombre al que convirtió en el ciudadano más poderoso del país hace apenas unos meses. En segundo lugar, es una instantánea de una época extraordinaria. Aquí tenemos a un presidente amenazando con usar el poder ejecutivo para arruinar a un ciudadano y empresario. Esto parecería encajar en la mayoría de las definiciones de un delito susceptible de juicio político, pero resulta casi insignificante en una administración que ha roto con todas las normas de comportamiento presidencial.
El flirteo de Musk con Trump también lo perjudicó de otras maneras. Le alejó de muchos de sus clientes más entusiastas, incluso en Europa, donde sus vehículos eléctricos eran populares y el valor de mercado de sus empresas se desplomó.
Y la incursión individual más destacada de Musk en la política electoral, aparte de su alianza con Trump en 2024, fue un desastre. Su vehemente retórica y su enorme apoyo financiero a un candidato conservador en una contienda por la Corte Suprema de Wisconsin resultaron contraproducentes: el candidato más progresista ganó por 10 puntos. La contienda podría haber sido más reñida si Musk y su bagaje político se hubieran quedado en casa. Y la contienda se convirtió en una lección inesperada de que, a veces, el dinero no lo es todo en la política estadounidense.