
El 25 de mayo, un sencillo pero poderoso video publicado por la joven @amabigaill en TikTok capturó la atención de millones de personas alrededor del mundo, en especial de la comunidad gamer. El video, que acumula ya más de 3,1 millones de visualizaciones, es un homenaje a su abuela, una veterana jugadora de Final Fantasy XI que mantuvo su cuenta activa por más de dos décadas.
La historia es tan entrañable como inesperada. Esta mujer, cuya identidad no fue revelada, comenzó a jugar Final Fantasy XI en 2004, cuando el MMORPG de Square Enix apenas estaba consolidándose como un título de culto para miles de jugadores. Pero lo que comenzó como una forma de entretenimiento se convirtió en parte esencial de su vida, tejiendo lazos que trascendieron la virtualidad y llegaron al plano emocional y real.
“Conoció a varios chicos gamers adolescentes con los que jugaba frecuentemente”, relató @amabigaill. En 2010, algunos de estos compañeros de aventuras incluso viajaron para invitarla a cenar, gesto que marcó el inicio de amistades profundas que duraron años. Uno de ellos, hoy adulto y padre, continuó enviándole fotos familiares. “Ella también le contaba cómo estaba. Tuve que ser yo quien le diera la noticia”, escribió su nieta, dando a entender lo importante que eran estos lazos para ambas partes.
Como un gesto lleno de cariño, la abuela nombró a sus cuatro personajes del juego (Jessimay, Dabbaby, Bakimmy y Readykat) en honor a sus cuatro nietas. Su presencia era habitual en el servidor Asura, donde compartía aventuras, misiones y risas con jugadores de todo el mundo.
El video no solo despertó recuerdos, sino también una ola de afecto por parte de antiguos compañeros del juego. Un usuario incluso comentó: “Me creé una cuenta de TikTok solo para responder a esto. Soy el jugador ‘muy adulto’ mencionado. La jugadora conocida como Jessimay tuvo un impacto profundo tanto en el servidor Asura como en mi vida durante décadas”. Otros comentarios resaltaron su amabilidad, convirtiendo este homenaje en un testimonio del poder de los videojuegos como espacios para crear amistades y comunidad.
Apenas dos días después, @amabigaill compartió una actualización: “Ha sido muy poderoso. Algunos de los amigos de mi abuela ya se han puesto en contacto conmigo a través de mensajes dentro del juego”. Así, la historia de esta abuela demuestra que la huella que dejamos en los mundos virtuales puede ser tan profunda y significativa como en el mundo real.
Y es que este relato resuena aún más cuando recordamos otras historias similares, como la de una abuela que compraba juegos a escondidas y fue descubierta por su hija al revisar la factura del plan de telefonía móvil. Resultó que no solo jugaba, sino que había construido una casa en Minecraft y tenía un gato virtual llamado «Palomo».
Este tipo de historias nos recuerda que los videojuegos no son simplemente un pasatiempo o “una pérdida de tiempo”, como a veces se les acusa. Pueden ser un refugio, una forma de mantenernos conectados con el mundo, o incluso un puente que une generaciones. A través de ellos, las personas mayores también encuentran una manera de expresar su creatividad, explorar mundos nuevos y, sobre todo, compartir momentos memorables con quienes los rodean, ya sea en el mundo físico o en el virtual.