
En el vasto archivo de anécdotas del mundo de los videojuegos, pocas alcanzan el estatus de leyenda como la historia de una Game Boy que, contra todo pronóstico, sobrevivió a los horrores de la Guerra del Golfo en 1991. Carbonizada, deformada por el fuego, con su carcasa derretida y marcas visibles de haber estado al borde de la destrucción total, esta consola portátil de Nintendo no solo resistió un bombardeo: aún funciona.
De entretenimiento personal a reliquia histórica
La historia comienza a principios de los años noventa, en medio de los tensos meses previos a la Operación Tormenta del Desierto, el operativo militar liderado por Estados Unidos en respuesta a la invasión iraquí de Kuwait. Durante ese periodo, miles de soldados estadounidenses se desplegaron en Arabia Saudita. Entre ellos, el enfermero del ejército Stephan Scoggins empacó un objeto que le ofrecía un respiro entre misión y misión: su querida Game Boy.
Un día, una bomba lanzada por las fuerzas iraquíes impactó directamente en el barracón donde se alojaba Scoggins. El lugar fue reducido a escombros, y casi todas sus pertenencias personales fueron consumidas por las llamas. Todo parecía perdido, incluida la pequeña consola de Nintendo.
Sin embargo, al recuperar lo que quedó del lugar, emergió una escena tan insólita como asombrosa: entre los restos calcinados, la Game Boy seguía allí. Deformada, chamuscada, irreconocible a simple vista, pero sorprendentemente intacta.
La prueba definitiva
Impulsado por la curiosidad, Scoggins decidió enviar la consola a Nintendo of America. Al recibirla, los técnicos quedaron perplejos ante su aspecto: parecía más un pedazo de chatarra derretida que un dispositivo funcional. Pero, por mera curiosidad, le colocaron unas pilas y un cartucho de Tetris.
Y entonces ocurrió lo inesperado: la pantalla cobró vida. Contra toda lógica, la Game Boy funcionaba.
Un símbolo de durabilidad
Conmovida por la historia, Nintendo obsequió una consola nueva a Scoggins y decidió conservar la unidad dañada como símbolo de la resistencia de sus productos. Durante años, esta Game Boy legendaria estuvo en exhibición dentro de una vitrina en la Nintendo Store de Nueva York, hasta que fue trasladada a la sede de la compañía en Redmond, Washington, donde actualmente permanece como parte de su patrimonio histórico.
En 2023, el periodista Sean Hollister, del medio especializado The Verge, revivió el caso publicando imágenes en alta resolución del dispositivo, lo que volvió a colocar la historia en el centro de atención mundial.
Más que una consola, una leyenda
Lo que comenzó como una simple herramienta de distracción para un soldado en la guerra terminó convirtiéndose en una reliquia moderna. Nintendo supo capitalizar el episodio como una muestra irrefutable de la durabilidad de sus productos, un atributo que desde entonces ha acompañado a la Game Boy en la narrativa popular: una consola casi indestructible, capaz incluso de sobrevivir a los embates de una guerra.