
Redacción
El 29 de febrero, un día poco común por sí mismo, resultó ser el escenario perfecto para acontecimientos fuera de lo común. Clasificar para una final, por ejemplo. Es algo que ocurre una o dos veces al año, en el mejor de los casos. El Athletic lo ha vuelto a demostrar, asegurando su lugar como uno de los equipos que competirán por la Copa el 6 de abril en Sevilla, lo que ha llenado de alegría nuevamente a Bilbao.
Sin embargo, es innegable que el rival para ese día parece asequible, aunque haya ganado cierto respeto. Por otro lado, el Athletic ha perdido seis finales consecutivas, pero eso son conversaciones para el futuro. Por ahora, el presente está marcado por un contundente 3-0.
A pesar de algunos optimistas, el Atlético de Madrid había caído en una especie de maldición desde que su fortaleza fue conquistada. Además, la lesión de uno de sus jugadores más resistentes (y también de los más propensos a lesiones) dejó a Simeone con lo que tenía a mano. Pero eso no fue suficiente. El torneo de la tropa del Metropolitano fue decente, incluyendo el partido de ida más allá del resultado, pero deja un sabor amargo que apenas puede ser mitigado.
El Atlético amagó, pero el Athletic golpeó. Mientras el equipo de Simeone tuvo un primer tiempo ortodoxo pero inofensivo, el de Valverde fue letal cada vez que se acercó al área. Los hermanos Williams fueron protagonistas destacados con dos goles brillantes que dejaron al Atlético sin respuesta.
En la segunda mitad, el Atlético no pudo reaccionar y el Athletic aprovechó para aumentar su ventaja. A pesar de algunos intentos del equipo madrileño, la victoria del Athletic fue incontestable. Así, el Atlético quedó eliminado de la competición, mientras que el Athletic avanzó a la final con un merecido triunfo.