Redacción
Foto| MARCA
Plaza de la Real Maestranza. Quinta corrida. Tres cuartos de entrada. Toros de San Pelayo (5) que dieron un juego desigual. Rui Fernandes (5). Rejón (saludos). Rejón (saludos). Diego Ventura (7). Cinco pinchazos, rejón y descabello (saludos). Rejón. Dos avisos (saludos) Guillermo Hermoso de Mendoza (8). Rejón (una oreja). Rejón (dos orejas)
Diego Ventura ha estado muy cerca de abrir su enésima Puerta del Príncipe pero esta vez los aceros le han jugado una mala pasada dejándose en el descabello ese triunfo que había labrado sobre la base de una maestría indiscutible en el toreo a caballo.
Su faena al quinto toro alcanzó un punto cumbre en la suerte de banderillas en la que ejecutó quiebros portentosos en un palmo de terreno. Con la Maestranza entregada el momento del rejón de muerte se eternizó hasta escuchar dos avisos. En su primer toro vimos al Ventura de los alardes de doma como quitar la cabezada a su caballo Bronce pero también esta vez la suerte de matar se le atragantó.
Ya era hora de ver a un Hermoso de Mendoza midiéndose con Diego Ventura después de la clamorosa distancia que los rejoneadores navarros establecieron con el portugués. Una especie de barrera infranqueable. Sin el jefe de la casa pero con el heredero en el cartel de Sevilla este vástago del gran Pablo se ha medido con Ventura y le ha ganado la pelea abriendo por tercera vez la Puerta del Príncipe en una actuación de veterano mucho más que la de un jóven de su edad.
Guillermo ya había convencido al público en el tercero, un buen toro, en los quiebros ajustados pero en el quinto se doctoró en la lidia de un ejemplar con tendencia a tablas y remató su triunfo con el alarde de las «hermosinas», un par a dos manos y un rejonazo fulminante. Está claro que los navarros siguen su idilio con Sevilla el que iniciara Pablo hace un porrón de años.
El veterano Rui Fernandes ha estado sobrio y muy técnico, muy ajustado a la tradición lusitana del toreo a la jineta. El portugués derrochó buena monta en el primero y en el sobrero lidiado en cuarto lugar, manso y áspero, utilizó su experiencia para componer una labor más eficaz que brillante.