
Redacción
«¡Queremos a Micah!”, gritaban las gradas en Oxnard, California. Pero el mensaje no era para el coach, ni para los medios. Era una consigna dirigida directo al escalón más alto de franquicia: Jerry Jones. Y esta vez, el mítico dueño de los Cowboys no podía cubrirse con su anillo del Salón de la Fama ni con recuerdos de gloria.
Los seguidores de los Cowboys llegaron al campo de entrenamiento con pancartas, enojo acumulado y una sola exigencia: extender el contrato de Micah Parsons, el ala defensiva de élite que en apenas tres temporadas ha sido seleccionado cuatro veces al Pro Bowl y se ha convertido en el alma de la defensa.
Parsons explotó públicamente el viernes, revelando que jamás se ha negociado de forma formal su nuevo contrato y solicitando un intercambio tras semanas de comentarios del propio Jones y una cascada de insinuaciones.
“No quiero seguir jugando para los Dallas Cowboys”, escribió con claridad en sus redes sociales.
La ruptura ya no era un susurro de vestidor. Era una declaración de guerra.
Jerry en el banquillo: memoria selectiva y abucheos reales
Jones, conocido por su estilo frontal y por nunca ceder al chantaje público, intentó calmar las aguas diciendo a los reporteros que “esto es una negociación” y pidió a los fans “no perder el sueño”. Pero lo que vino después fue un monólogo de nostalgia mal calculado: citó un viejo contrato con Dez Bryant, mencionó al mismísimo Jay-Z, y terminó provocando una crisis de relaciones públicas con Roc Nation Sports.
La respuesta fue inmediata. Roc Nation afirmó que el contrato de 70 millones de dólares en 2015 fue cerrado con una servilleta como testigo en el Club 21 de Nueva York, y que Jones miente cuando dice que Jay-Z dejó de contestar el teléfono.
“No solo es falso, sino también cómico”, respondieron.
Dez Bryant, quien se había mantenido al margen durante años, salió también del silencio para advertir a Jones que no lo mencione si no quiere que se ventilen verdades incómodas: “Podemos tener un rato de cuentos si es lo que vamos a hacer”.
Todo esto mientras los fans se volvían tendencia en redes sociales, acusando al dueño de priorizar su ego por encima del talento generacional que tienen frente a sus ojos.
El tiempo se agota en Dallas
Micah Parsons es más que un jugador dominante: es el tipo de atleta que puede cambiar partidos con una sola jugada, que lidera con energía y que ha puesto su cuerpo por el equipo sin dudar. Pero también es un joven de 26 años que no está dispuesto a ser tratado como reemplazable.
La situación no es menor. Dallas abre la pretemporada ante los Rams este sábado, y el primer partido de la temporada regular será nada menos que contra los campeones del Super Bowl, los Eagles, el 4 de septiembre. No hay margen para un vestidor dividido.
El conflicto, que comenzó como una disputa contractual, ya ha escalado a niveles de descrédito institucional. Mientras Parsons gana apoyo popular, Jones pierde terreno moral. Y lo que antes era una fortaleza impenetrable en Texas, hoy es una olla de presión con micrófonos encendidos.