
Redacción
Enrique Ponce dijo adiós en la Monumental Plaza México entre homenajes y honores, como el gran ídolo que fue de la afición capitalina, como el consentido que es con un historial descomunal en su haber al alcance de muy pocos. La afición lo empujó hasta la gloria en una fecha con la suerte de espaldas que terminó a hombros con Diego Silveti.
La tarde estaba cuesta arriba para Ponce y gracias al cariño de la gente, después de que su lote fue infumable se encontró con un toro de regalo, que no era una perita en dulce por su debilidad y nobleza que rayó en la sosería, pero al que supo entender gracias a su magisterio y remató con la estocada para cortar las orejas, en medio de la entrega total de la gente, informa Emilio Méndez en el portal Suertematador.
Sin embargo, nominalmente, el triunfador de la función fue Diego Silveti al hacerse de dos orejas para salir en hombros junto con Enrique Ponce por la Puerta Grande de «El Encierro». El otro alternante, Alejandro Adame, quien confirmó su doctorado fue una más que agradable sorpresa al poder bien con el compromiso hasta cortar una oreja bien ganada.
Para dar paso al emocionante despeje de cuadrillas, la banda de Guerra de la Policía Bancaria e Industrial de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México ante nuestro monumental Lábaro Patrio, se le rindieron los correspondientes emotivos honores incluyendo el canto solemne de nuestro Himno Nacional y entre gritos de ¡Viva México! ¡Viva la Fiesta Brava! y ¡Viva la Libertad!
Hecho el paseíllo, la Asociación Nacional de Matadores de Toros y Novillos, Rejoneadores y Similares, representada por el matador Francisco Dóddoli, entregó una placa al maestro Enrique Ponce por su gran trayectoria en los ruedos, además, de rendírsele una gran ovación en el tercio.
Ante un casi lleno en la zona numerada y más de media en el departamento general, en tarde de agradable clima, se lidiaron siete débiles ejemplares de la dehesa queretana de Los Encinos siendo uno de ellos de regalo, destacando el primero y el tercero además del regular séptimo. Lo demás, para el arrastre.
El valenciano Enrique Ponce, a su primero, débil, pero, de buena voluntad para embestir, logró algún pasaje meritorio. Ante su segundo, «Protagonista», 24 y con 495 kilos, el de su adiós de México, bajo las sentimentales notas musicales de Las Golondrinas, compuso una faena en la que el alma y el corazón de Ponce si querían, pero la debilidad de su antagonista no. Una gran ovación en el tercio.
Así que, como séptimo, salió la tercera reserva, de la misma dehesa titular, «Indiano» de nombre, de Los Encinos, soso, pero dejándose, protestado por el público, al que lanceó Ponce bellamente a la verónica y mejor aún quitó por una chicuelina y una verónica. Luego del segundo tercio, se destocaron Fernando García López y Cándido Ruiz.
Con la muleta, tras tirarse al ruedo un espontáneo que pegó tres brillantes naturales ante el consentimiento y apapacho de Ponce para, luego él, largar dos brillantes series derechistas al soso encinero. Por naturales, se mostró empeñoso y, después vinieron derechazos a media altura, al más puro estilo de la casa, lleno de ritmo. Serie de molinetes personales, más diestra de calidad, con el fondo, nuevamente de «Las Golondrinas».
Sus poncinas a petición general rematadas con pases de bella filigrana entre gritos de ¡torero! Mató de atinada estocada y se le concedieron las orejas para dar una clamorosa vuelta al ruedo con música de mariachi en la arena y teniendo sorpresivamente como cantante a la estrella de nuestra canción Pepe Aguilar, le dedicaron «El son de La Negra», «El Rey», «Cielito Lindo» y «México lindo y querido», todo dentro de un espectáculo de luz y sonido que alumbraba una frase en el ruedo que decía «Enrique Ponce hasta siempre».
Al final, Diego Silveti, triunfador de la corrida, compartió la salida en hombros con Enrique Ponce por la Puerta Grande de «El Encierro» entre vitores y palmas.