Shohei Ohtani sigue consolidándose como una figura única en el béisbol y un fenómeno cultural en todo el mundo. El astro japonés de los Dodgers de Los Ángeles ha cautivado a millones de fanáticos durante la Serie Mundial, donde su desempeño sigue siendo motivo de admiración tanto en Estados Unidos como en su natal Japón.
Entre sus seguidores se encuentra Cocochan Hayakawa, un loro parlanchín con casi 48 mil seguidores en Instagram, símbolo del fervor que despierta Ohtani entre los aficionados japoneses. Otro ejemplo es Hideyuki Kamimura, un dentista que viaja cada año desde el norte de Tokio hasta Los Ángeles solo para verlo jugar. Kamimura asegura que, pese a que los Dodgers están abajo 3-2 ante Toronto, confía plenamente en que Ohtani los llevará a la victoria: “Siempre encuentra la forma de lograr finales heroicos en los momentos más críticos”.
El impacto del beisbolista trasciende los estadios. En Japón, su imagen domina la publicidad: aparece en campañas de relojes, agua embotellada, fideos instantáneos y omusubi (bolas de arroz). Se estima que obtiene cerca de 100 millones de dólares anuales solo en patrocinios, una de las razones por las que solicitó a los Dodgers diferir casi todo su salario anual de 70 millones, quedándose con solo dos millones inmediatos.
Incluso protagoniza anuncios memorables, como uno para una empresa de seguridad en el que enfrenta —mediante recreación digital— al legendario Shigeo Nagashima, ícono del béisbol japonés. El comercial termina justo antes de que la pelota llegue al plato, dejando el resultado a la imaginación de los espectadores.
En redes sociales, los compañeros de Ohtani han viralizado su participación en un anuncio de protector solar, donde el jugador reaplica el producto en el rostro mientras corre las bases, mostrando su carisma natural.
Para los fanáticos japoneses, Ohtani encarna la perfección: un deportista talentoso, humilde y trabajador que combina poder con elegancia. Batea jonrones, lanza con maestría, roba bases y mantiene una actitud amable que lo ha convertido en un ejemplo dentro y fuera del diamante.
Incluso visitantes extranjeros, como Max Bedding, un químico australiano de paso por Tokio, reconocen su grandeza: “Compré una gorra de Ohtani porque representa más que béisbol, es un fenómeno cultural. Es un atleta extraordinario”.
Shohei Ohtani no solo está escribiendo historia con su bate y su brazo, sino también con el impacto global de su figura, que trasciende fronteras y disciplinas.
