
Redacción
Future belongs 2 those who believe in the beauty of dreams. La frase impresa en forma de tatuaje en el brazo derecho sirve de recordatorio para el estadounidense Cordell Tinch.
Aunque acaba de consagrarse campeón en los 110 metros con vallas en el Mundial de Atletismo en Tokio, hace cinco años su presente era muy distinto: estaba a punto de competir en los Nacionales con los Jayhawks, en Kansas, pero un problema con su transferencia universitaria lo dejó inelegible y, encima, la pandemia sorprendió al mundo.
Con necesidades económicas y un pequeño problema de salud mental -según lo calificó después-, dejó los estudios y el atletismo y regresó a la casa de sus padres. En Green Bay, Wisconsin, aceptó trabajos de los más variados: vendió celulares, instaló cable de TV y fue operario en una fábrica de papel higiénico y peón en una mudancera. Pero, como «el futuro pertenece a quienes creen en la belleza de los sueños», se animó a volver y cuando lo hizo entendió que en la pista era feliz. Claro que antes tuvo que buscar sus zapatillas deportivas.
“Me tomó 30 minutos encontrar mis clavos”, confesó entre risas un día antes del arranque del Mundial, al recordar esa búsqueda que ocurrió mientras miraba el Campeonato NCAA al aire libre de 2020 por televisión y el hombre de quien habla como su padre aunque no sea el biológico, Tyler Simmons, lo desafió. “Sabes, simplemente creo que ya no lo tienes”, le soltó. “¿Con quién estás hablando?”, retrucó Cordell y les propuso a él y a sus hermanas ir a la pista de la preparatoria Bay Port y colocar unas vallas. Corrió hasta la línea de salida mientras los otros tres se reunían en la meta. “¡Catorce segundos!”, gritó Tyler. Hacía más de un año que no saltaba una valla y un 13.38 le bastaba para ser finalista olímpico en 2021.
Pero su cabeza no estaba puesta ahí. «Lo dejé completamente de lado. No me importaba quién ganaba, quién hacía qué. No me importaba. Y estuve muy cerca de no volver nunca. Pero no creo que hubiera llegado a donde estoy ahora si no hubiera tomado ese descanso. Creo firmemente que la salud mental es una parte importante del atletismo. Todos los que estuvieron detrás de mí han visto a este atleta, pero nunca fui capaz de soportar el peso de, en cierto sentido, un país entero detrás de mí», confesó sobre la presión de ser un atleta de alto rendimiento en Estado Unidos.
Fue su antiguo roomie en Kansas, Treyvon Ferguson, quien lo convenció de volver con la propuesta de competir para Pitt State a finales de 2022, lo que avaló también el entrenador Kyle Rutledge, el primero al que abrazó Tinch tras colgarse la medalla de oro en Japón. «Él estaba vendiendo teléfonos, ya había visto el otro lado; le dije que no quería que se arrepintiera de nada, solo que lo intentara», rememoró sobre aquella charla inicial hace casi tres años.
“Al principio, realmente solo esperaba que me pagaran la universidad, y seis meses después, ya me estaban pagando la vida. Cuando fuimos a nuestra primera competencia en Washburn, Kansas, cuando se disparó la pistola, fue cuando supe: estoy de vuelta donde se supone que debo estar», subrayó el atleta de 25 años.
Al año siguiente de su regreso, ya estaba compitiendo en un Mundial (fue eliminado en semifinales en Budapest 2023) y, poco después y recuperado de una lesión en el tendón de la corva, luchaba por un boleto olímpico para París 2024, del que estuvo a solo siete centésimas.
Con un tiempo de 13.03 que en Tokio le hubiera valido la medalla de oro, en la carrera de 110 metros con vallas más rápida de la historia no le servía de nada. Mientras el público vitoreaba a Grant Holloway, Freddie Crittenden y Daniel Jones en el Hayward Field de Eugene, en Oregón, Cordell volvía a ser el bebé de su madre adolescente Elizabeth.