
Redacción
En un país donde el futbol acapara reflectores y el golf apenas aparece en los márgenes del interés popular, Carlos Ortiz ha logrado abrirse paso no solo como uno de los referentes del golf mexicano, sino también como un hombre profundamente comprometido con la expansión de este deporte en su tierra.
Con palabras pausadas, genuinas, sin poses, el tapatío habla desde la experiencia, desde la disciplina que lo ha acompañado por más de 20 años, y desde una mirada honesta que se forjó en la soledad de los campos de golf y los silencios de la vida.
“Me enamoré del golf. Me involucré. Gracias a mis papás me apoyaron, me fui a la universidad becado a Estados Unidos y se fueron dando las cosas”, cuenta.
Pero lo dice sin triunfalismo. Como alguien que entiende que el camino no siempre es recto, ni sencillo, ni mucho menos justo.
Para Ortiz, el verdadero triunfo ha sido aprender a confiar en los procesos, incluso cuando los resultados no son los esperados: “Si tú das lo mejor de ti, más de eso uno no puede hacer, y eso al final siempre premia. Aunque a corto plazo es difícil verlo, con el tiempo lo entiendes.”
Momentos complicados
No rehúye hablar de los momentos duros. De hecho, los pone al centro: “Las épocas malas son las que más importan porque son donde más aprendes. En las épocas buenas todo es de color de rosa, pero son las malas las que te dan los cimientos para la siguiente etapa de tu vida”.
Carlos no es solo un deportista. Es también un padre de familia con cuatro hijas, que ha tenido que lidiar con la distancia, la soledad y la exigencia de una carrera internacional que lo ha llevado hasta los Juegos Olímpicos.
“Viajamos mucho. Estar lejos de la familia por semanas es difícil. Te sientes solo, te sientes triste. Pero ahí es donde tienes que encontrar esa fuerza interna para seguir adelante”.
Inspirar a niños y niñas
Esa fuerza que él encontró en el deporte hoy quiere compartirla con otros. No solo inspira a niños y niñas, también apoya activamente programas como First Tee, ARA y XUNTAS, que buscan democratizar el acceso al golf y alejarlo de su etiqueta elitista.
“Queremos que más gente pueda jugar, que encuentren en el deporte un lugar para comprometerse, para crecer. Porque el golf es como la vida: hay que ser resiliente, hacer las cosas bien y seguir caminando”.